Peregrinos de Esperanza
Texto de Pierangelo Sequeri
Texto de la versión en español: Conferencia Episcopal Española
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Llama viva para mi esperanza,
que este canto llegue hasta ti,
seno eterno de infinita vida,
me encamino, yo confío en ti.
Toda lengua, pueblos y naciones
hallan luces siempre en tu Palabra.
Hijos, hijas, frágiles, dispersos,
acogidos en tu Hijo amado.
Llama viva para mi esperanza,
que este canto llegue hasta ti,
seno eterno de infinita vida,
me encamino, yo confío en ti.
Dios nos cuida, tierno y paciente
nace el día, un futuro nuevo.
Cielos nuevos y una tierra nueva.
Caen muros gracias al Espíritu.
Llama viva para mi esperanza,
que este canto llegue hasta ti,
seno eterno de infinita vida,
me encamino, yo confío en ti.
Una senda tienes por delante,
paso firme, Dios sale a tu encuentro.
Mira al Hijo que se ha hecho hombre
para todos, él es el camino.
Llama viva para mi esperanza,
que este canto llegue hasta ti,
seno eterno de infinita vida,
me encamino, yo confío en ti.
Durante el camino, el canto aflora muy frecuentemente en los labios, casi como si fuera un fiel compañero para expresar los motivos del viajero. Esto se aplica también a la vida de fe que es una peregrinación a la luz del Señor Resucitado. Las Sagradas Escrituras están impregnadas de canto y los Salmos son un ejemplo notable: las oraciones del pueblo de Israel fueron escritas para ser cantadas, y en el canto presentar ante el Señor los acontecimientos más humanos. La tradición de la Iglesia no hace más que prolongar esta relación, haciendo del canto y de la música uno de los pulmones de la liturgia. El Jubileo, que de por sí se expresa como un acontecimiento de pueblo en peregrinación a la Puerta Santa, encuentra también en el canto uno de los modos para dar voz a su lema, "Peregrinos de la esperanza".
El texto preparado por Pierangelo Sequeri y musicalizado por Francesco Meneghello contiene numerosos temas del Año Santo. En primer lugar, el lema, “Peregrinos de la esperanza”, encuentra el mejor eco bíblico en algunas páginas del profeta Isaías (Isaías 9 e Isaías 60). Los temas de la creación, la fraternidad, la ternura de Dios y la esperanza en el destino resuenan en un lenguaje que no es "técnicamente" teológico, aunque lo sea en el fondo y en las alusiones, para hacerlo resonar con elocuencia en los oídos de nuestro tiempo.
Paso a paso, el pueblo de los creyentes en su peregrinación diaria se apoya confiadamente en la fuente de la Vida. El canto que surja espontáneamente durante el camino (cf. Agustín, Discorsi, 256) está dirigido a Dios. Es un canto lleno de la esperanza de ser liberados y sostenidos. Es un canto acompañado del deseo de que llegue a los oídos de Aquel que lo hace brotar. Es Dios quien, como una llama siempre viva, mantiene encendida la esperanza y da energía a los pasos del pueblo que camina.
El profeta Isaías ve repetidamente a la familia de hombres y mujeres, hijos e hijas, que regresan de la dispersión, reunidos a la luz de la Palabra de Dios: “El pueblo que caminaba en tinieblas ha visto una gran luz” (Isaías 9, 1). La luz es la del Hijo hecho hombre, Jesús, que con su Palabra reúne a todos los pueblos y naciones. Es la llama viva de Jesús la que mueve el paso: “Levántate, revístete de luz, porque viene tu luz, la gloria del Señor resplandece sobre ti” (Isaías, 60,1).
La esperanza cristiana es dinámica e ilumina la peregrinación de la vida, mostrando el rostro de hermanos y hermanas, compañeros de camino. No es un deambular como lobos solitarios, sino un camino de pueblo, confiado y gozoso, que avanza hacia una destinación Nueva. El soplo del Espíritu de vida no deja de iluminar la aurora del futuro que está por surgir. El Padre celestial observa con paciencia y ternura la peregrinación de sus hijos y les abre de par en par el Camino, señalando a Jesús, su Hijo, que se convierte en espacio de camino para todos.